Muchas de las sustancias que producen adicciones hoy en día, se llevan utilizando desde hace miles de años por la humanidad con diversos fines. Así, sustancias como el alcohol, ciertos hongos alucinógenos (como el peyote), resinas de plantas (como el hachís) y otras sustancias estimulantes y relajantes que se obtienen de ciertas plantas (cocaína, opio, etc.) han sido empleadas en momentos determinados de la historia con fines religiosos, espirituales y médicos.
Abuso de drogas
En tiempos remotos, y aún hoy, en prácticamente todas las sociedades primitivas que subsisten, la medicina, la religión y los ritos espirituales han estado siempre unidas, lo cual suponía que el brujo, el chamán o el sacerdote conocían los efectos de estas substancias, y las empleaba en ocasiones concretas y para fines muy concretos. En el mundo industrial, las drogas se emplean también como forma de ocio, socialmente aceptada o no.
La razón de que las denominadas drogas actúen de la forma que lo hacen, produciendo efectos placenteros dispares, es que reproducen en el cerebro la acción de unas sustancias propias (denominadas “drogas endógenas”), que el organismo utiliza como soporte de la neurotransmisión de experiencias, con las que recompensa ciertos comportamientos imprescindibles para la vida del individuo y el mantenimiento de la especie. Estas “drogas endógenas” se segregan de forma natural cuando se está satisfecho o se siente placer en sus distintas formas.
Sin embargo, las “drogas exógenas” (que vienen de fuera del organismo) o drogas propiamente dichas, tienen una potencia mucho más elevada que las endógenas, y tomadas repetidamente acaban por alterar gravemente e inhibir conductas básicas normales de quien las consume, hasta el punto de que sólo pueda obtener satisfacciones a través de dichas drogas y de que su conducta acabe por encaminarse, principal o exclusivamente, a conseguirlas.
Efectos comunes de las drogas
En mayor o menor medida, todas las drogas producen:
- Tolerancia, es decir, el organismo se va adaptando a las cantidades que circulan por el cuerpo y para conseguir el efecto hay que tomar una cantidad cada vez mayor.
- Síndrome de abstinencia, síntomas físicos o psicológicos desagradables cuando se interrumpe el consumo y que, de un modo u otro, fuerzan al individuo a volver a consumir para evitarlos.
- Dependencia, la dependencia de una droga es un diagnóstico psiquiátrico y puede presentarse y ser definida de forma muy diferente, dependiendo de la sustancia y del tipo de paciente. Son síntomas generales frecuentes de dependencia a drogas los siguientes: la persona consume más cantidad de droga de la que en principio desea; tiene intención de controlar o suspender el consumo pero no puede; lo ha dejado un tiempo, pero se ha visto forzado a reanudarlo; invierte gran parte de su tiempo buscando la droga, o consumiéndola, o bajo sus efectos; sus actividades sociales, laborales y de ocio se han visto muy disminuidas debido al consumo de la droga; y persiste en el consumo a pesar de problemas médicos causados por el tóxico.
El abuso de una droga es un concepto relacionado con el de dependencia, pero no igual. Una persona abusa de una droga cuando, a pesar de que no presenta dependencia física ni psicológica, el consumo le expone a riesgos físicos, o consume en situaciones inapropiadas (aparece bajo los efectos de una sustancia en el trabajo, o conduce en estado de embriaguez, etc.); o ha tenido problemas legales por causa de la sustancia (peleas bajo efectos de drogas, destrucción de propiedades, etc.); o ha comenzado a presentar alteraciones en su funcionamiento diario (no acude a trabajar tras una gran intoxicación, etc.); o persiste el consumo a pesar de que la gente de su entorno, familiares y amigos le insisten en que lo deje o el tema de las drogas le provoca continuas disputas con los allegados.
El abuso de sustancias tiene, por lo tanto, riesgos físicos y es un camino que conduce directo a la dependencia.
Uno de los factores que más influyen en la rapidez del desarrollo de una dependencia es la vía por la que la sustancia se administra, que determina la rapidez con que se producen los efectos: la vía intravenosa y fumada son mucho más rápidas y adictivas que la vía oral.
Aunque hay factores comunes a todas las drogas de abuso, cada droga tiene una particularidad porque activa un tramo diferente del soporte biológico de los mecanismos biológicos de recompensa (o del placer) de los mamíferos.
Unas drogas son más potentes y otras menos, unas producen alucinaciones, como voces, visiones u otras percepciones sin estímulos externos que las justifiquen y alteraciones en la percepción de las cosas (como los denominados “tripies”, el LSD, etc.), otras son psicoestimulantes, es decir, producen un incremento de la actividad, sensación de euforia y potencia (como la cocaína o las anfetaminas), otras son relajantes y desinhibidoras (como el alcohol y los tranquilizantes).
Algunos pacientes, a los que se denomina policonsumidores o poli-drogo-dependientes, consumen varias drogas y su caracterización clínica y su tratamiento suele resultar más difícil por razones obvias.
Tipos de Drogas de Abuso más frecuente
A continuación se describen algunas peculiaridades de las drogas de abuso más empleadas y los problemas de salud que ocasionan.
Alcohol
El alcohol es una de las sustancias de las que más frecuentemente se abusa y se depende, por su accesibilidad y por la permisividad social hacia hábitos de consumo excesivos.
Normalmente, la persona que depende del alcohol ha estado muchos años bebiendo sin desarrollar dependencia y no le dio mayor importancia al consumo de alcohol hasta que comenzó a abusar, empezaron los problemas en el trabajo y en la familia. Después continuó bebiendo hasta desarrollar alguna forma de dependencia.
Suelen describirse dos grandes tipos clásicos de patrón de abuso del alcohol:
El del bebedor continuo o diario, que suele beber vino y cerveza (alcoholes de fermentación) y no suele presentar signos de intoxicación (borrachera), pero que cumple criterios de dependencia o de abuso (patrón mediterráneo).
El del bebedor episódico, generalmente más joven, que consume alcohol de alta graduación (alcohol de destilación) en grandes cantidades los fines de semana, con intoxicaciones importantes y alteraciones en su funcionamiento los primeros días de la semana (patrón anglosajón).
Cada uno de estos tipos de patrón de abuso se corresponde con problemas sociales, psiquiátricos y hasta complicaciones médicas distintas (es frecuente, por ejemplo, que el bebedor con patrón mediterráneo padezca sobre todo del hígado, y el del patrón anglosajón del páncreas). Los problemas médicos derivados de ambos tipos de consumo son importantes, desde la hepatitis o pancreatitis (inflamación), hasta el cáncer.
El paciente con un síndrome de abstinencia alcohólica leve cursa con ansiedad, temblores matutinos y otros síntomas que se alivian cuando bebe alcohol por la mañana; en el síndrome de abstinencia alcohólica grave suele aparecer el Delirium Tremens, que es un cuadro con alteración del sueño, sudoración, taquicardia, hipertensión y otros síntomas que reflejan la disfunción del sistema nervioso vegetativo simpático, alucinaciones visuales (principalmente pequeños animales o animales terroríficos), desorientación (no sabe dónde está; o qué día o fecha es), incapacidad para concentrarse y atender, fluctuación del nivel de conciencia (las alteraciones se producen o se agravan principalmente por la tarde o por la noche, mientras que en otros momentos del día pueden parecer normales).
Tranquilizantes de prescripción médica
Los tranquilizantes más utilizados en el mundo actual son las benzodiazepinas (BZD) y los barbitúricos (estos se encuentran ahora con menor frecuencia). Como se ha expuesto, las BZD son fármacos que se emplean a menudo no sólo en psiquiatría, sino en todas las especialidades médicas.
La prescripción médica más frecuente de estos fármacos se hace para ayudar a dormir en el insomnio, en el tratamiento de la ansiedad y, aunque parezca paradójico, en el tratamiento de las adicciones.
Los efectos de las benzodiazepinas; son, de alguna forma, similares a los del alcohol: quien las toma se muestra menos ansioso, se atreve a hacer cosas que no podría no hacer sin ellas por ansiedad y, como consecuencia de todo ello, siente cierto estado de bienestar. El peligro de adicción a estas sustancias aconseja siempre control médico cuando se están consumiendo.
Las dosis de benzodiazepinas y los periodos de tiempo que se consumen, han de manejarse cuidadosamente para evitar la dependencia. Cuando se decide retirarlas no debe hacerse bruscamente porque después de un periodo de tiempo largo de consumo (meses) puede aparecer un síndrome de abstinencia, parecido al síndrome de abstinencia alcohólica.
A veces es difícil suspender esta medicación porque al hacerlo aparece nerviosismo y dificultades para conciliar el sueño, precisamente las razones que llevaron a su prescripción. Muchas personas que consumen regularmente benzodiazepinas para dormir han desarrollado algún grado de dependencia de ellas.
Aunque son fármacos mucho más seguros que los barbitúricos, el consumo crónico de las mismas puede generar (además del abuso y dependencia referidas) alteraciones de la memoria y de otras funciones mentales superiores.
Estimulantes (cocaína y anfetaminas)
La cocaína y las anfetaminas provocan un estado de excitación, con sensación de euforia y de incremento de la energía. El consumo regular o compulsivo de ambas es altamente peligroso para la salud física y mental; incluso el consumo esporádico y moderado, ocasionalmente da lugar a complicaciones físicas o mentales, sobre todo en personas predispuestas. Ambas drogas, por tanto, y en contra de la creencia que persiste al respecto todavía en algunos medios sociales, son altamente peligrosas.
La cocaína se consume principalmente mediante inhalación nasal o inyección venosa (la forma denominada clorhidrato o polvo de coca) o fumada (las formas de presentación básica como el “crack” y otras); puede consumirse sola o mezclada con opiáceos o alcohol. Las anfetaminas se consumen por vía oral o intravenosa.
Ambas sustancias tienen efectos cardiovasculares que pueden producir complicaciones serias (hipertensión, infarto de miocardio, infarto cerebral, etc.) y pueden producir trastornos psiquiátricos (dependencia, psicosis, alteraciones del ánimo, etc.).
Hay dos formas principales de consumo de cocaína: de forma habitual (todos los días) o en forma de consumos compulsivos o “atracones” (el consumo no es diario, pero el día que se consume no se puede parar de hacerlo, y se llega a consumir grandes cantidades, a pesar de las complicaciones que pueden presentarse y del riesgo vital que representan).
En los últimos años, se han introducido en el mercado ilegal anfetaminas modificadas denominadas “de diseño” (de las cuales las metilendioximetanfetamina o “éxtasis” es la más popular) que acarrean un riesgo de salud similar al de otras anfetaminas.
Cafeína
Aunque la cafeína es una droga de la que se abusa muy frecuentemente, que produce síntomas de abstinencia y que da lugar a dependencia, es una sustancia amplia y legalmente usada en todo el mundo. No tiene efectos tan nocivos sobre la salud como otras sustancias de abuso, pero puede producir ansiedad, insomnio, y en personas con riesgo al respecto puede contribuir a desarrollar hipertensión arterial, etc.
Cannabis
El cannabis está muy extendido en el mundo y se consume principalmente en dos formas fumadas: como resina (hachís, “porros”) u hoja seca (marihuana, “maría”). También puede ingerirse vía oral. El efecto de una cantidad moderada de cannabis suele ser el de sensación de tranquilidad y una euforia discreta. También puede producir alteraciones en los sentidos (colores más vivos, sensación de oír mejor, etc.).
No hay descrito un síndrome de abstinencia del cannabis, pero según las cantidades consumidas pueden aparecer distintos síntomas. Como en el consumo de otras drogas, con el cannabis pueden producirse diversos trastornos psiquiátricos. Con el uso a largo plazo está descrita la aparición del llamado síndrome amotivacional, en el cual el consumidor se muestra apático, sin ganas de hacer nada, etc., pero se discute si este síndrome existe realmente como una consecuencia del consumo del tóxico o si, más bien, es la consecuencia de que la gente, por otras razones, es menos activa y motivada.
Alucinógenos
Los alucinógenos son sustancias que producen alucinaciones y otras alteraciones curiosas de los sentidos (se afecta la percepción de las cualidades de las cosas y se presentan sinestesias: por ejemplo, los colores se oyen y o las palabras se visualizan, etc.).
Hay muchas sustancias alucinógenas en la naturaleza y como consecuencia de la síntesis química, pero las más conocidas pertenecen a la familia de los indoles (como el LSD) o de las feniletilaminas (como la mescalina y muchas; de las denominadas actualmente “pastillas”, incluidas la metilendioxianfetamina y metilendioximetanfetamina o “éxtasis” que tienen un efecto discretamente alucinógeno, además del efecto principal estimulante). Algunos alucinógenos son también potentes tóxicos cerebrales.
La experiencia que se tiene, tras el consumo de los alucinógenos, depende mucho de la neurobiología, de la personalidad y biografía de cada persona, del ambiente que le rodea, de la finalidad del consumo y de las expectativas que hay al consumir.
En ocasiones, se produce lo que se llama un “mal viaje” que es una experiencia alucinatoria aterradora tras el consumo. Aunque no hay evidencia de que el LSD y otros alucinógenos similares den lugar a dependencia ni síndrome de abstinencia, si producen en ocasiones reviviscencias o “flashbacks” (rememoraciones muy vívidas de las experiencias acontecidas durante el consumo) que pueden llegar a ser muy angustiantes para el que las sufre.
Opiáceos
A este grupo de drogas pertenecen la heroína, la metadona, la codeína, la morfina, la bupremorfina, y otras muchas. Son drogas de las que se abusa y depende, pero también medicamentos muy útiles en el tratamiento del dolor, de la tos, de la diarrea, etc.
El opiáceo más utilizado como droga de abuso es la heroína, un tóxico muy adictivo que se emplea por vía intravenosa o fumada y produce una sensación inicial de euforia y otra posterior de tranquilidad con sensación de bienestar e indiferencia emocional ante el medio.
Su consumo regular produce tolerancia, dependencia y un síndrome de abstinencia bastante conocido y desagradable, que inicialmente produce sudores, intranquilidad, “carne de gallina”, moqueo, y que, si no se trata, evoluciona a dolores, agitación, temblores violentos, calambres musculares, etc. El consumo de heroína se asocia también a muchos problemas médicos, derivados del uso del tóxico y de las inyecciones intravenosas sin higiene (SIDA, infecciones, problemas renales, etc.).
Inhalantes
Los inhalantes son un grupo heterogéneo de sustancias volátiles como pinturas, colas, pegamento, barnices y combustibles, que se consumen por inhalación y provocan sensaciones de irrealidad, mareo, euforia, etc. Suelen ser empleadas por jóvenes con pocos medios económicos. Suelen ser sustancias tóxicas y el consumo asiduo de muchos de ellos se asocia a daños cerebrales, renales, pulmonares y hepáticos.
Nicotina
Se trata de otra sustancia de abuso de amplio uso mundial, claramente perjudicial, por problemas bien conocidos (cáncer de pulmón, bronquitis y otros problemas pulmonares y cardiovasculares). Es una sustancia muy adictiva que crea tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia, aunque más leve que con otros tóxicos.
Otras sustancias de abuso
Hay otras sustancias de abuso, aunque no todas producen dependencia o abstinencia, pero su uso excesivo es perjudicial. Se trata de anabolizantes, suplementos alimenticios, productos homeopáticos, sprays nasales para el resfriado, etc.
Asociación de drogas con trastornos psiquiátricos
Un porcentaje muy importante de los pacientes que tienen adicciones a drogas presentan también otros trastornos psiquiátricos que, según los casos, pueden entenderse como causa o consecuencia de la adicción.
Hay una evidencia científica creciente de que algunos pacientes adictos a drogas con comorbilidad psiquiátrica (es decir, que presentan además de la adicción, otros trastornos psiquiátricos como trastornos del ánimo, trastornos por ansiedad, psicosis, trastornos por lesión cerebrales, etc.) pueden tener una vulnerabilidad común (genética o de otro orden) para ambos trastornos.
Este hecho no debe extrañar; si se sabe que las drogas de abuso actúan todas en áreas cerebrales cuya disfunción (estudiada con técnicas modernas de neuroimagen y con otras) da lugar a síntomas característicos de trastornos psiquiátricos hoy bien conocidos y delimitados.
Tratamiento
El tratamiento de las adicciones es posible, aunque a veces resulta largo y difícil. Muchos pacientes con problemas de adicción a drogas tardan mucho en solicitar ayuda y cuando lo hacen lo habitual es que las drogas hayan producido ya repercusiones en la vida familiar, social y laboral, que son en ocasiones irreversibles o difíciles de invertir. Estos hechos suelen ser consecuencia de la negación prolongada que muchos pacientes hacen de su dependencia cuando, en términos médicos, está ya sin duda bien establecida y es subsidiaria de tratamiento.
Cualquier usuario de drogas debería plantearse que es muy probable que tenga ya un problema de abuso de sustancias con repercusiones médico psiquiátricas cuando ha observado alguno de los siguientes hechos o circunstancias en su vida:
- Algunos allegados le han instado en alguna ocasión a abandonar el consumo.
- Se ha sentido criticado o molesto por los comentarios de algunos conocidos acerca de la cantidad, la forma o las consecuencias del consumo de drogas que hace.
- Se ha sentido culpable tras haber consumido o ha realizado alguna acción bajo los efectos de la droga que le hizo sentirse culpable.
- Siente la necesidad de consumir a primera hora de la mañana para “empezar a funcionar”.
- Abusa de una droga y en su familia hay padres, hermanos o tíos que son o han sido dependientes (ya que para algunas adicciones se ha demostrado que hay un componente genético que predispone claramente a las mismas en caso de consumo).
El tratamiento de las adicciones no es posible si el afectado no desea realizarlo, y no es fácil si no está suficientemente motivado. En este último caso, suele requerirse un trabajo específico, motivador y de compromiso con el tratamiento del paciente y de los familiares.
Aunque en los casos más evolucionados es muchas veces un camino largo y difícil para todos, los beneficios de los resultados pueden compensar con creces las dificultades y los esfuerzos de los primeros momentos.
Etapas del tratamiento
Casi todos los tratamientos suelen tener dos etapas. La primera suele llamarse: desintoxicación de la sustancia y la prioridad en ella es impedir que se desarrollen síntomas de abstinencia (especialmente en las adicciones a opiáceos, alcohol y otras sustancias que tiene un síndrome de abstinencia marcado).
En el tratamiento de los síndromes de abstinencia se emplean a veces drogas de prescripción médica, sustancias susceptibles de generar dependencia (incluidas las benzodiazepinas) y otros problemas, por lo cual es importante seguir las instrucciones de un médico experto al respecto.
Tras la desintoxicación viene la etapa de deshabituación, que es mucho más larga y difícil normalmente, y en la que hay que anticipar que aparecerán las ganas de volver a consumir. Suelen aparecer problemas psiquiátricos que la dependencia ocultaba o distorsionaba, que el paciente recuperará hábitos asociados al consumo en el pasado y que, pasados unos meses, puede olvidar que sigue siendo un enfermo (aunque su enfermedad lleve asintomática meses o incluso años).
No es infrecuente que una persona que ha consumido y desarrollado una dependencia durante muchos años, vuelva a consumir en alguna ocasión una vez iniciado el tratamiento. Lo importante es la identificación precoz de la recaída y la vuelta al tratamiento, reconociendo la gravedad del asunto, pero sin desanimarse.
La información básica que, el paciente y los familiares o allegados que participan en el tratamiento, deben tener presente, es que una investigación muy amplia avala que la vuelta al consumo de la droga, por cuya dependencia se está tratando, aunque sea sólo una vez, se ha de considerar clínicamente una recaída.
En estos casos, sin más dramatismo que el justificado por las consecuencias inmediatas de la recaída en cuestión, se ha de insistir en la evidencia científica de que el consumo controlado, en un régimen de vida normal, de una droga de la que se ha dependido (con criterios clínicos de dependencia) durante un periodo de tiempo prolongado, es una eventualidad tan rara que, para la inmensa mayoría de los casos, no puede contemplarse como un objetivo terapéutico realista.
Tipos de tratamientos
Las modalidades de tratamiento en drogodependencias varían bastante en función de la droga de que se trate y de otras variables clínicas.
Así, para el alcoholismo hay medicamentos que tratan de disminuir el ansia por consumir; otros que tienen un efecto modificador de conducta de tipo aversivo o imposibilitado del consumo (medicamentos que modifican el metabolismo normal del alcohol en el hígado dando lugar a sustancias tóxicas de efectos desagradables y peligrosos como enrojecimiento facial, picores, dificultad para respirar, inquietud, etc. y en casos graves edema de glotis y otros síntomas severos), facilitan al bebedor (previamente informado y tras aceptar el tratamiento y sus consecuencias) la abstinencia por temor a presentar la referida reacción.
Para otras sustancias se dispone de antagonistas, es decir, medicamentos que actúan en el mismo sitio del sistema nervioso (“mismo receptor”) que las drogas y que compiten con ellas, impidiendo que la droga produzca su efecto. De modo que quien consumiera droga a la vez que una dosis suficiente de un antagonista de la misma, no obtendría ningún efecto (es el caso de la naltrexona, un antagonista de los receptores de opiáceos en el sistema nervioso central, que se emplea en el tratamiento de la dependencia a heroína y otros opiáceos e incluso en las dependencias a otras sustancias no opiáceas).
Otros fármacos, denominados agonistas completos de los opiáceos (como la metadona) actúan produciendo un efecto bastante similar a la heroína y sirven como sustitutos de dicha droga en tratamientos de mantenimiento; la administración oral de la metadona, el control gratuito de la dosis y otras medidas de salud que se llevan a cabo en los programas de mantenimiento con metadona, alivian la situación clínica y social de muchos pacientes en los que el objetivo de la abstinencia fracasa o no puede plantearse de entrada.
Los denominados agonistas parciales de opiáceos (como la bupremorfina) producen un efecto menor intensidad y algo diferente que también tiene utilidad específica en el tratamiento de algunas adicciones a opiáceos.
La utilidad de tanto los fármacos como las psicoterapias, que han demostrado su eficacia en el tratamiento de las drogodependencias, dependen de su aplicación correcta. Para ello, la mayoría de los pacientes requieren unas condiciones de vida en las que el posible acceso al consumo drogas esté eficazmente controlado y, al menos inicialmente, sea imposible. En ocasiones, estas condiciones sólo se obtienen en régimen residencial. Los grupos de autoayuda del tipo “Alcohólicos Anónimos” ofrecen una inestimable ayuda a muchos pacientes.
En términos generales, los pacientes han de saber que cualquier trastorno psiquiátrico empeora casi sistemáticamente con el consumo de cualquier droga de abuso, que el uso de estas drogas puede además provocar la aparición de trastornos psiquiátricos previamente inexistentes, y que el mero hecho de abstenerse de un tóxico, previamente consumido, provoca casi siempre mejoría del estado de ánimo, del sueño, de la alimentación, etc.
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Autor(es): , Obra: Trastornos por consumo de sustancias, Publicación: , Última actualización: , Lugar de publicación: Madrid, URL: https://www.discapnet.es/salud/enfermedades/enfermedades-mentales/trastornos-por-consumo-de-sustancias
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